EL CARNAVAL TINERFEÑO, ¿EL MEJOR DEL MUNDO?.
Estimado Ilia: caí en la tentación, de la manera que vi la gala de la reina de los carnavales de Santa Cruz de Tenerife con los ojos de la comparación, a ver si aquella era mejor, peor o igual que la de la capital grancanaria. A fin de cuentas, las dos ciudades estrenaban alcalde, y si Las Palmas de Gran Canaria tiene su Canódromo, la de Tenerife posee Las Teresitas.
De lo visto, me quedo con lo oído: ¿cuántas veces dijeron los presentadores y los comentaristas televisivos que el carnaval chicharrero "es el mejor del mundo", el más grande del planeta, el mayor de la galaxia y el que sobresale en todo el universo conocido? E incluso en el que está por conocer. Ese afán por el gigantismo marcó la gala, que se hizo infinita.
Tuvo, eso sí, un arranque llamativo. Con un toque a escala en hi fi de fiesta de instituto -todo en playback y con un decorado que me pareció de espanto- pero que superó esas carencias con canciones alegres e infinidad -ves, todo lo a grande- de personas moviéndose en el escenario. Es como si tras varios años con galas decadentes, en Santa Cruz hubiesen aprendido de la capital grancanaria que la obertura es clave para evaluar el resultado, de manera que eso fue lo que mejor quedó de todo el espectáculo.
El resto, como diría el personaje de José Mota, cansino a más no poder. Pero es lo que pasa cuando se quiere presumir de lo más grande.
Por cierto, estimado Ilia, que hablando de quién presume y quién no, esta vez le debo una a Eloísa González: estuvo simpática, acertada y discreta. La pena es que le robó el protagonismo Manuel Artiles, probablemente el más retocado de todos los que subieron al escenario. Cuentan que él está ahí por imposición de alguien sentado en la tribuna de presentadores: todo sea que comparten el mismo suministrador de botox.
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